El careo de las Farc con sus víctimas amenaza con ser una farsa.

Por: María Isabel Rueda

Pasamos del gobierno de los tres huevitos a este, que puso todos sus huevos en la misma canasta: la de la paz. Así logró las mayorías para ser reelegido. Si la paz no se firma, porque al Presidente le toque levantarse de la mesa o porque lo haga la guerrilla, quedará seriamente cuestionado el motivo por el cual reelegimos a Santos. Eso lo saben las Farc, y están abusando de ello con sus crueles hostigamientos a la población civil.

Por eso le tocó al Presidente salir a recordarles que la guerra se hace entre combatientes, y no contra civiles. Pero ya era hora de que no tuviéramos necesidad de estar machacando eso. Porque se presta para malos entendidos, como el del reportero de un noticiero de televisión, que muy campante salió a informar por su micrófono: “El presidente Santos acaba de advertir que los actos terroristas de las Farc deben ser contra los soldados y los policías, y no contra la población civil”. Háganme el favor.

Aunque es cierto que estamos negociando sin cese del fuego, después de casi cuatro años de negociaciones con las Farc, comparto la afirmación de que “es un fracaso que las conversaciones de paz no hayan tenido el menor impacto en la conducta criminal de esta organización...”. Son palabras de Vivanco, de Human Rights Watch, aunque al final él le añada “... en Tumaco”. Pero, en realidad, esta agresión no solo incluye a afrodescendientes, sino a indígenas, a campesinos y, en términos generales, a los colombianos más pobres.

Es cierto que las Farc han reducido de manera considerable el secuestro. Pero francamente a estas alturas de la negociación, es un fracaso que no se haya convencido a las Farc de no agravar con otros actos de guerra contra la población civil su condición de victimarios.

En lugar de haber menos, cada día hay más víctimas de las Farc: una niñita de 2 años o poblaciones enteras sin agua y sin luz, incomunicadas por tierra y bañadas sus fuentes de agua de derrames petroleros. Por eso no entiendo que con la disculpa de representar a todas las del conflicto, en La Habana terminen mezcladas las víctimas directas de las Farc con las de los ‘paras’ y el Estado.

Eso sería válido en un foro para resolver el conflicto con la totalidad de los actores armados. El de La Habana no es el caso, porque el Gobierno usa la fórmula de resolver el conflicto actor por actor. Y las que están sentadas allá son las Farc.

A veces parece como si estuviéramos al frente de una maniobra para que las incomodidades que tendrán que pasar las Farc pidiéndoles perdón a sus propias víctimas sean las menores posibles. Precisamente, la justicia alternativa que se planea aplicarles en lugar de la justicia ordinaria tiene como presupuesto la reparación de sus víctimas, no las del Estado ni las de los ‘paras’, que de hecho han tenido y podrían volver a tener sus propios escenarios.

Comparto plenamente la afirmación de que ni el senador Iván Cepeda ni Piedad Córdoba tienen la vocería de las víctimas de las Farc, aunque el padre del primero haya sido asesinado en el contexto indiscutible del conflicto. Si permitimos que los intereses políticos de unas tendencias ideológicas determinadas gerencien este punto de la agenda de La Habana, con la complicidad del delegado de las Naciones Unidas en Colombia, el careo de las víctimas con sus victimarios de las Farc terminará inevitablemente siendo una farsa.

Al fin y al cabo, no son las Farc las que van a perdonarnos. Somos nosotros, sus víctimas directas e indirectas, los que podríamos estar dispuestos a perdonarlas a ellas, estableciendo las condiciones para su desmovilización. Pero para eso tendrán que pedirles perdón a los que toca, y esa lista se está alargando cada hora que pasa, infamemente.

Entre tanto. Entre los delitos que le achaca la Fiscalía a la contralora Sandra Morelli está el de ir a la peluquería.

Fuente: El Tiempo