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17 agosto 2014 7 17 /08 /agosto /2014 17:45
Deysi Sanchez sostiene el un viejo ejemplar del Herald con un retrato de ella y de su hijo Alex mientras estuvieron retenidos en la Base. Roberto Koltun / el Nuevo Herald
Deysi Sanchez sostiene el un viejo ejemplar del Herald con un retrato de ella y de su hijo Alex mientras estuvieron retenidos en la Base. Roberto Koltun / el Nuevo Herald
Deysi Sanchez sostiene el un viejo ejemplar del Herald con un retrato de ella y de su hijo Alex mientras estuvieron retenidos en la Base. Roberto Koltun / el Nuevo Herald

Deysi Sanchez sostiene el un viejo ejemplar del Herald con un retrato de ella y de su hijo Alex mientras estuvieron retenidos en la Base. Roberto Koltun / el Nuevo Herald

 

Por. Nora Gámez Torres

Miami/ 17-8-2014

Tomó una decisión muy difícil, casi impensable para muchos que no se atreverían a echarse al mar en la noche, a bordo de una pequeña embarcación, con sus dos hijos rumbo a un país desconocido. Pero 20 años después Deisy Sánchez defiende su decisión y dice que ella y su esposo se sentían “desesperados” y “sin futuro” en Cuba.

“Lo pensé muchas veces porque yo sabía que estaba en juego la vida de mis hijos y de toda la familia, pero nosotros nos sentíamos sin libertad en Cuba”, dijo Deisy en su casa, en entrevista con el Nuevo Herald y rodeada de sus hijos, quienes han hecho su vida aquí en Estados Unidos.

Deisy y su hijo Alexis, en aquel entonces de tres años, fueron los rostros de una campaña del exilio cubano para recaudar fondos y ayudar a las más de 35,000 personas que salieron de Cuba durante el éxodo de 1994, y que estaban retenidas en campamentos para refugiados en Guantánamo y Panamá.

En la imagen icónica, una lágrima corre por su rostro mientras abraza a su pequeño hijo. La foto, que logró capturar Roberto Koltún para el Nuevo Herald, fue tomada durante un concierto de Willy Chirino en el campamento de Panamá en octubre de 1994. “Willy Chirino estaba cantando Nuestro día ya viene llegando y yo me sentía prisionera, no sabíamos si íbamos a poder salir”, explicó Deysi, quien recuerda muy bien cómo los oficiales estadounidenses repetían que los cubanos refugiados nunca entrarían a EEUU.

Ella y su familia fueron rescatados por la Guardia Costera estadounidense y llevados, primero, a la base de Guantánamo el 1 de septiembre, y un mes después, a Panamá. Habían intentado en varias ocasiones salir de Cuba sin éxito. El deseo manifiesto de su esposo, Alexis Martínez, de irse a los Estados Unidos había hecho peligrar su trabajo como maestro de primaria. También la crisis económica durante el llamado Período Especial en Tiempos de Paz los llevó a abandonar sus trabajos estatales en su natal Holguín –Deisy atendía a niños con problemas mentales– para dedicarse a oficios “por cuenta propia”, más lucrativos, como la fotografía.

Así, lograron comprar junto a otros familiares y amigos una pequeña lancha de 20 pies por 90,000 pesos cubanos, alrededor de $750 dólares, en una época en la que el cambio en el mercado negro andaba por los 120 pesos por cada dólar. No hicieron el viaje en las peores condiciones, en una balsa construida con cámaras de neumáticos o con madera de ventanas, como hicieron muchos compatriotas, pero el mar, que no distingue, les esperaba con una tormenta de doce horas.

“Hubo una ola que entró, nos bañó a todos y apagó el motor. Ese fue el momento de mayor temor” durante el viaje, cuenta Deisy. “En el mismo barco surgió la pregunta de si íbamos a regresar, pero yo nunca dudé, yo quería llegar”, afirmó.

“Salimos por la madrugada y como al mediodía del día siguiente, mi esposo dijo que venía una cruz por el mar. Él es creyente y yo pensé, ‘pobrecito, está delirando’ porque imagínate, ¿cómo va a venir una cruz por el mar? Y él seguía gritando, ‘viene una cruz, viene una cruz’. Había una tormenta muy fuerte y como a la media hora nos sube una ola y vimos que teníamos al lado al barco de la marina americana. Ese barco tan inmenso, y nosotros no lo veíamos por las olas”, continúa narrando el viaje, mientras enseña un álbum con fotos de su estancia en los campamentos.

“En Guantánamo la pasábamos muy mal con la comida”, recuerda su hija Maylena, una adolescente en 1994. “Nos daban raciones preparadas para militares, para la guerra. Si mi arroz traía un pedacito de carne, era para mi hermano, yo se lo daba. Era muy poquita comida. Pasábamos hambre”, confesó, mientras su madre enseña el brazalete de identificación que debían mostrar para obtener las raciones de comida.

En comparación con las condiciones en la base de Guantánamo, Panamá les pareció mucho mejor: “En Panamá teníamos baños, un restaurante nos enviaba la comida. También pusieron aros para jugar basketball y por la noche hacíamos como una discoteca, allí aprendí a bailar salsa”, añadió Maylena, quien a su llegada a Estados Unidos, celebró sus quince años “con vestido y cake”, gracias a la ayuda que les brindó la iglesia católica en Miami. “Nunca me cuestioné la decisión de mis padres”, asegura.

Alexis, ahora de 23 años, no recuerda nada de la travesía ni de su estancia en los campamentos. Sus primeros recuerdos son del “kinder” en los Estados Unidos. Dice sentirse, sin embargo, cubano y norteamericano en la misma proporción. “Si no fuera por mis padres, no hubiera podido estudiar aquí”, aseguró. Actualmente, está estudiando en Miami Dade College, para convertirse en ingeniero en computadoras. “Es mi pasión”, confiesa tímidamente y sonríe.

Al arribar a EEUU., muchos balseros encontraron el prejuicio que acompaña a todo recién llegado de Cuba como un fardo pesado. Pero Deisy afirma sentirse “orgullosa de ser balsera” y explica: “He oído a muchas personas referirse despectivamente de los balseros, que eran personas que habían estado presas, que cuando llegaban a este país no querían trabajar, pero yo no tengo esa imagen. Cuando me han dicho algo así negativo, respondo que nosotros salimos de un país oprimido a buscar libertad”, comentó.

Ella destaca que muchos de los que se fueron de Cuba durante el éxodo del 94 tenían estudios universitarios y pone como ejemplo a los médicos cubanos que estaban allí en los campamentos, “quienes atendían primero a los niños cuando se enfermaban”, destacó.

“Salimos en busca de la libertad y lo conseguimos. He cumplido mis sueños y le estoy muy agradecida a este país. Mi hija tiene dos títulos universitarios y mi hijo está estudiando. Actualmente soy manager en Walmart. Mi esposo y yo siempre hemos tenido trabajo. Hemos luchado y hemos continuado esta familia”, declaró Deisy Sánchez visiblemente orgullosa.

Ella ha regresado a la isla en varias ocasiones a visitar a la familia de su esposo. Aunque reconoce que el éxodo fue “doloroso, porque muchos quedaron en el mar, y desgraciadamente continúa”, esta mujer cubana no duda al afirmar que: “Cuando llego a Cuba siempre pienso que volvería a hacer lo que hice hace 20 años”.


Read more here: http://www.elnuevoherald.com/2014/08/17/1822328/balseros-en-libertad.html#storylink=cpy

Fuente: El Nuevo Herald

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  • : Esta Página, "Voz Desde el Destierro", pretende que sea una tribuna en la Red de redes, para aquellos que no tienen voz dentro de la isla de Cuba, para romper el muro de la censura, la triste y agobiante realidad del pueblo cubano. Editor y redactor: Juan Carlos Herrera Acosta. Ex-preso Político de la causa de los 75.
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