Prevaleció la ley. No necesariamente el derecho pero sí el reconocimiento de que, en términos legales, resulta difícil sostener el absurdo. De modo que el pasado sábado 15 de noviembre, a las 10: 45 am, deje de amenazar la paz para el gobierno cubano.

Queda en pie la pregunta de si en verdad las autoridades creían que un tipo pacífico, dialoguero, moderado y que solo cree en el poder de la palabra, con exclusión del poder de las armas, podría ponerse en la tontería de difundir noticias falsas o verdaderas contra la paz

La pregunta es retórica como lo es su respuesta. Ni el gobierno creyó semejante despropósito ni yo, que he cometido determinados errores, me dedico a la estupidez política. Hay sin embargo un par de puntos interesantes en los cargos de la instrucción policial, que no de la fiscalía, en este caso que ahora se cierra.

Vale pensar en ellos en el sentido en el que recomendaba Sor Juana Inés, en Las Trampas de la Fe, del escritor mexicano Octavio Paz. Los hechos valen la pena si concitan una reflexión mayor, útil para el ámbito público de la vida, decía.

El primer punto tiene que ver con el uso de la ley como castigo. La ley se separa del derecho en el momento en el que aquella se vacía de toda noción de justicia y proporción para ser utilizada por el poder, a cualquier nivel, con un fin destructivo pero enmascarando su naturaleza bárbara. No es meramente que el poder actúe contra derecho, como suelen decir los abogados, en una situación en la que supuestamente se ha cometido algún delito que no ha sido bien probado. Es que el poder actúa contra el derecho cuando, como sucedía comúnmente en América Latina, y sigue pasando en Cuba, utiliza la ley contra los que percibe.

En el ojo por ojo hay una conducta bárbara, camino de la civilización, porque se exige reparación simétrica por daños ocasionados. En el uso de la ley como castigo hay una conducta aparentemente civilizada, camino de la barbarie, porque se castiga por razones que no suponen ni han supuesto algún delito.

Y al utilizar la ley se da una apariencia de orden y legalidad que resulta ser una tromperie, como se dice en francés, cuyo fin es el de engañar y al mismo tiempo burlarse de todo el mundo. Y me disculpan por el galicismo pero en español no conozco una palabra que recoja en sí misma esa doble jugarreta.

El segundo punto tiene que ver con la proyección en sentido psicológico. Ver o colocar en los demás lo que uno mismo hace es un recurso muy común de quienes tienden a medir al resto de los humanos a partir de sí mismos. Es un recurso y a la vez una limitación: ciertamente imaginamos, con bastante frecuencia, que el margen posible de conductas humanas se reduce

La acusación de noticias falsas contra la paz internacional hacia cualquier cubano por parte del gobierno cubano es de escándalo. ¿Quién instaló cohetes nucleares en Cuba en 1962? ¿Quién preparó, entrenó, armó y sufragó guerrillas en todo el mundo conocido, pulverizando todas las soberanías posibles? Y desde el mismo año seminal de 1959. ¿Quién derribó, en 1996, dos avionetas civiles con bandera ajena? ¿Quién se niega a firmar el Tratado de Ottawa de 1977 sobre la prohibición de minas antipersonales? ¿Quién envió maletas con dinero a la guerrilla argentina en cualquier año aciago de la década del 70? ¿Quién se ha negado a firmar la resolución 68/262 de 2014 de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la integridad territorial ucraniana?; y, ¿quién ha hecho añicos cualquier cosa que todavía pueda llamarse soberanía en la República Bolivariana de Venezuela?

Todo esto es algo más que difundir noticias contra la paz internacional. Estos son acciones que ciertamente no la protegen. La lección es una: el intento del gobierno cubano por destruirnos lleva más de 50 años. Pero no ha hecho más que comenzar.

Fuente: Cubanet.org