Por: Anólan Ponce
Miami/ 16-7-2016
Dosis de humor para un asunto serio. La letra de la canción del Gran Combo pega con la decisión del director del FBI, James Comey, de no abrir proceso judicial contra Hillary Clinton. “Don Goyo” son las pruebas que el FBI encontró y nos detalló Comey en su conferencia de prensa, las cuales hubieran condenado a cualquiera de nosotros a multas y cárcel; pero a Hillary no le valieron ni siquiera un halón de orejas. Parece que el abatido Comey decidió desprenderse de la “papa caliente” que le soltaron para hacerlo responsable de quien será el próximo presidente de los Estados Unidos y optó por el estribillo de Don Goyo: “¡Ese muerto no lo cargo yo, que lo cargue quien lo mató!”.
Ha sido sorprendente la decisión del director del respetado FBI de no abrir proceso judicial contra la señora Clinton, sustituyendo “grave negligencia” con un sinónimo: “extremadamente descuidada”. Claro que hubo un costo, un “acto de repudio” público enumerando sus faltas, lo cual hizo trizas la ya maltrecha reputación de Madame Chanchullo. Entre otras cosas, reiteró que es una mentirosa patológica, e indirectamente la catalogó de incompetente, irresponsable y estúpida. Esto último se desprende de que no entendiera lo que una “c” significa en un documento, después de fungir como senadora y secretaria de Estado. Hillary pudo haberle dicho: “¡Chico, no me defiendas!”
“El pobre Goyo que era tan bueno”.
¿Qué ha pasado con la justicia en este país? Desde el siglo XV, esta ha sido representada por una mujer con una balanza en la mano y los ojos cubiertos por una venda, lo cual implica que es ciega a la fama, poder, dinero o identidad. Sin embargo, luce que en el siglo XXI, en los Estados Unidos y bajo el FBI y el Departamento de Justicia de la administración de Barack Obama, hay que agregar una variante: es también ciega a la corrupción política o mal uso del poder. Sobre todo si el apellido es Clinton.
“Yo no estaba en el arroyo, cuando se murió Don Goyo”.
La decisión de Comey es un indignante abuso de la confianza pública, y arroja nubes de dudas sobre la integridad del respetado FBI, bajo la jurisdicción del Departamento de Justicia, que desde los tiempos del Procurador General, Eric Holder, ha sido culpado de favoritismo y parcialidad. Parece que nada ha mejorado bajo su reemplazo, Loretta Lynch, quien ha demostrado muy mal juicio últimamente. Basta mencionar su manipulación de las grabaciones del terrorista Omar Mateen; sus declaraciones que la respuesta más efectiva al terror es la compasión, la unidad y el amor; su reunión “social” con Bill Clinton a bordo de su avión privado; y su decisión de no recusarse del caso Clinton debido a ello.
“Que pregunten que pregunten, y averigüen el embrollo”.
La credibilidad de nuestra sociedad en sus instituciones y funcionarios se tambalea desde el comienzo de la presente Administración, la cual ha encontrado maneras de sobrepasar la Constitución para imponer la voluntad del Presidente, y permitido que sus “protegidos” actúen con impunidad. El Departamento de Estado, el de Justicia y el IRS en ocasiones han demostrado estar al servicio del Presidente, y ahora luce que el FBI se les ha unido. Barack Obama dio su apoyo público a Hillary justamente antes de anunciar Comey que no la encausaría. Una perfecta sincronización.
“Lo dicen las malas lenguas, y también lo digo yo”.
Pero aunque el reporte del FBI no la encausa, constituye un certero golpe a sus aspiraciones presidenciales porque contradice precisamente la sabiduría y experiencia de las que alardea. La señora Clinton fue “extremadamente descuidada”. ¿La contrataría usted para operarle el cerebro? ¿El corazón? ¿Cómo su contador? Con ese calificativo ¡ni para guardia de seguridad!
“No hay mal que dure cien años, no…”.
¿Por qué otorgar a esta mujer la presidencia de la nación mas poderosa del mundo? James Comey soltó la “papa caliente” a nosotros, los electores. Yo también me voy con el estribillo de Don Goyo: “Ese muerto no lo cargo yo…”
Escritora cubana y activista de los derechos humanos.
“Encontraron a Don Goyo, muertecito en el arroyo…”
Fuente: El Nuevo Herald