Según tres agencias de la Organización de Naciones Unidas (ONU), 25 de cada 100 mujeres sufren de desnutrición en Corea del Norte, país gobernado por una dictadura comunista-dinástica desde hace un poco más de seis décadas. Además de ello, unos  6,1 millones de personas (de los casi 25 millones de habitantes) necesitan ayuda alimentaria, a causa del fracaso de la organización y distribución por parte del Estado.   

“Niños, mujeres y ancianos se encuentran entre los más vulnerables en un país que sufre de escasez crónica de alimentos y malnutrición”, señalaron los investigadores de la ONU. A mediados de los 90, el país comunista había experimentado una terrible hambruna, a causa de irracionales  medidas  estatales y las inundaciones, que terminó matando entre uno y dos millones de norcoreanos. Todo esto, alentado por la ética marxista ajustada al “modelo norcoreano” (juche).   

Hace unos días, el ex dictador de Cuba, Fidel Castro, manifestaba que había gobernado la isla, por casi medio siglo, “sin violar las leyes y los principios éticos”. Fue una de las declaraciones más honestas del líder de la “revolución”, ya que las normas y la Constitución del país caribeño se basan en los valores comunistas, totalmente ajenos a los principios humanos básicos.   

Otro ejemplo de la moral colectivista la tuvimos recientemente por parte del Gobierno venezolano. El vicecanciller, Reinaldo Bolívar, expresó que antes de la intervención de las fuerzas aliadas en Libia “no había problemas en el país” norteafricano, y señaló que la administración de Hugo Chávez seguiría apoyando al dictador Muamar el Gadafi (en el poder desde 1969).   

El marxismo, aunque se presente como una filosofía materialista, superadora y revolucionaria, es una corriente anticientífica, antihumanista y, por sobre todo, dogmática. Sus observaciones se basan en postulados no falsados por el método científico y se adecuan a una especie de religión secular.   

Lamentablemente, se ha intentado aplicar la moral marxista en varios países a lo largo de la historia, con secuelas terroríficas acerca de la producción económica y sometimiento político. En estos momentos algunos estados, con diferencias culturales y políticas, siguen imponiendo la moral comunista que tanto ha perjudicado en el siglo XX.   

Lo que sucede hoy en Corea del Norte no solo es alarmante, sino imperdonable. El control férreo ejercido por el Partido de los Trabajadores es tan grande que las deserciones y escapes son impensables. Lo mismo que Cuba, que recientemente liberó a los últimos opositores disidentes del grupo de los 75, pero que igualmente realiza hostigamientos a los críticos al comunismo. La moral colectivista impone valores que no se ajustan a la realidad, como: el sacrificio en nombre de la sociedad, la compasión por el otro y la lucha de clases para superar el sistema capitalista.   

Cuestionarse acerca de qué es ética y moral en nuestro tiempo parece un poco desactualizado, pero mientras se siga reprimiendo a millones de personas en todo el mundo por supuestas “autoridades morales” merece mucha atención y discusión filosófica. Moral es simplemente el conjunto de valores que dirigen la vida de un ser humano, dotado de razón para evaluar individualmente acerca de qué es correcto realizar para el mantenimiento de su existencia, mientras que la ética es la disciplina que evalúa esos valores.   

No puede ser relativista, ya que habría algunos valores acordados por todos los seres humanos, como la libertad individual, la vida misma y la propiedad. Algo intolerable por un sistema esclavizante como el marxismo.   

Castro efectivamente cumplió con las normas cubanas, ya que estas no permiten la disidencia, acorralan las voces críticas y niegan toda capacidad racional de autodeterminación, además de dar facultades extraordinarias al Estado para el control sistemático de la vida de las personas y desplazar todo concepto de libertad o propiedad. Marx sigue vivo en la memoria de miles de personas que sueñan con un paraíso en la Tierra, con la existencia de un “hombre nuevo”.   

Pero otros defendemos la capacidad racional que tiene el individuo para discernir acerca de lo que quiere y convenga sin dañar a otros. Esta es la visión no tolerada por muchos, por lo que “la lucha” no ha terminado.