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3 junio 2014 2 03 /06 /junio /2014 09:39
El férreo régimen chino silencia a los familiares de las víctimas para borrar la matanza de la plaza pequinesa

Por: Pablo M. Díez

Pekín/ 3-6-2014

Perdieron a sus hijos y, 25 años después, siguen sin poder llorar por ellos. Cuando ya ha pasado un cuarto de siglo, la masacre de Tiananmen continúa siendo un tabú en China. Para impedir que su doloroso recuerdo empañe la prosperidad que ha traído el extraordinario crecimiento económico del país, el autoritario régimen de Pekín ha vuelto a poner a buen recaudo a las familias de las víctimasvarios meses antes de tan sensible aniversario, que se conmemora este miércoles.

Junto a medio centenar de disidentes que querían honrar dicha fecha, las «Madres de Tiananmen» (que agrupan a 120 familiares de víctimas)han sido detenidas, confinadas bajo arresto domiciliario o, sencillamente, trasladadas fuera de Pekín «en viaje de vacaciones». «Estoy vigilada las 24 horas por si los periodistas occidentales vienen a entrevistarme y la Policía me sigue a todos sitios», explica a ABC por teléfono Zhang Xianling, que perdió a uno de sus hijos, de 19 años, a manos del Ejército en aquella trágica madrugada del 3 al 4 de junio de 1989 («6-4» o «liu si» en mandarín).

Sacando los tanques a la calle, el ala dura del Partido Comunista – liderada por el primer ministro Li Peng – ponía así fin a dos meses de protestas estudiantiles que pedían el fin de la corrupción y una sociedad más justa, pero no querían derribar al poder. Con los regímenes comunistas desmoronándose en el Este de Europa tras la «Perestroika» de Gorbachov en la Unión Soviética, a los jerarcas chinos no les tembló el pulso a la hora de aplastar las manifestaciones pacíficas que habían empezado en abril para homenajear la muerte del líder reformista Hu Yaobang. Aunque su sucesor como secretario general del Partido Comunista, Zhao Ziyang, se reunió con los estudiantes para intentar detener la represión, acabó siendo purgado y pasó el resto de sus días bajo arresto domiciliario hasta su muerte en enero de 2005.

Enigma

En medio de la revuelta que estalló en Pekín tras el desalojo de la plaza de Tiananmen, cientos de personas perecieron en sus alrededores en los enfrentamientos contra las tropas del Ejército Popular de Liberación, que también sufrieron numerosas bajas a manos de los manifestantes. Veinticinco años después, la cifra de fallecidos sigue siendo un enigma porque el régimen pretende borrar el fantasma de Tiananmen de la Historia china y se ampara en el progreso que ha vivido el país para justificar su actuación. Pero el duelo de los familiares de las víctimas y la imagen del hombre plantado ante una columna de tanques en la avenida Chang An, auténtico icono de la lucha del individuo contra el poder represor de la dictadura, mantienen viva la memoria en una sociedad china anestesiada por la propaganda, la censura y el culto al dinero.

«Ni siquiera nos dejan ir en grupo al cementerio para recordar a nuestros hijos», se queja Zhang Xianling, que solo exige que «el Gobierno diga la verdad, se disculpe, nos indemnice y abra una investigación para fijar las responsabilidades legales de la masacre». Pero la suya es una más de las muchas voces perdidas de Tiananmen. Como víctimas colaterales de la matanza, los familiares sufren el estigma de la persecución política y las miradas, entre recelosas y compasivas, de sus vecinos, que temen relacionarse con ellos por miedo a represalias.

En la nueva China del progreso y la modernidad, donde ya hay una generación de jóvenes que desconoce este capítulo de la Historia, la sombra de Tiananmen es tan alargada que se sigue cobrando vidas al cabo del tiempo. Harto de buscar justicia para su hijo Aiguo, que murió durante las protestas, su padre, Ya Weilin, se suicidó a los 73 años colgándose en un sótano de su bloque en Pekín en mayo de 2012, pocos días antes del 23 aniversario.

Entrevistado por ABC en 2007, ni él ni su esposa, Zhang Zhenxia, entendían «cómo el Ejército pudo abrir fuego contra los jóvenes» porque ambos se definían como «gente del pueblo y buenos comunistas», ya que habían trabajado en organismos estatales como el Ministerio de Industria Nuclear. Buena prueba de ello era que inclusohabían llamado su hijo Aiguo porque en mandarín significa «amor a la patria».

Ese mismo año, ABC también se reunía con Liu Xiaobo, un profesor universitario que había mediado entre los estudiantes y el Ejército y acabó siendo condenado a seis años de cárcel. En 2010, mientras cumplía otra sentencia de once años por promover la «Carta 08» por la democracia, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz. Una distinción que puso en evidencia la persecución que sufren los disidentes por parte del régimen chino, como muy bien simbolizó la silla vacía, ocupada solo por su retrato, durante la entrega del premio, a la que ni siquiera pudo asistir su esposa, la poetisa Liu Xia, porque estaba confinada bajo arresto domiciliario.

Un premio Nobel, entre rejas

Para oprobio de China, Liu Xiaobo aún se pudre entre rejas, pero sus palabras de entonces cobran aún más fuerza por el heroico ejemplo de su resistencia. Frente a quienes consideraban que Tiananmen había fallado en su desafío al régimen, este reputado disidente argumentaba todo lo contrario. «Tiananmen no fracasó porque despertó en China la lucha por la democracia y los derechos humanos, dos conceptos que en aquella época estaban catalogados como un delito y hacia los que ahora está avanzando el país», razonaba Liu Xiaobo.

A pesar de los radicales cambios sociales y económicos que ha vivido China, ni siquiera algunas de las figuras más prominentes del movimiento de Tiananmen confían en que haya cambios políticos a corto o medio plazo. Desde su exilio en Alemania, el escritor Liao Yiwu, conocido como el poeta de Tiananmen por su poema «Masacre», se lamentaba el año pasado en ABC de que «en China se ha perdido toda esperanza de revolución». Pero, al mismo tiempo, vaticinaba que «el poder del Partido Comunista está llegando a su fin porque se dividirá pronto», aunque no se atrevía a dar una fecha para la llegada de la democracia.

La China de hace 25 años tiene muy poco que ver con la actual, que se ha abierto al mundo tras vivir la mayor transformación de su historia. Pero aún sigue escondiendo en el armario los cadáveres de Tiananmen.

Fuente: ABC.es

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