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7 abril 2013 7 07 /04 /abril /2013 09:56

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Por: JOSÉ ANTONIO FÚSTER

El 18 de agosto de 1934 nació en Madrid una niña prematura e hidrocefálica a la que llamaron Malva Marina Trinidad Reyes Hagenaar, hija de un matrimonio que ya no se amaba, el formado por el cónsul de Chile en Madrid Pablo Neruda y la javanesa de origen holandés María Antonieta Maruca Hagenaar. Para el poeta, aquella niña, que fue bautizada por García Lorca como “Niñita de Madrid, Malva Marina / no quiero darte flor ni caracola; / ramo de sal y amor, celeste lumbre / pongo pensando en ti sobre tu boca” y que llegó a ser acunada por Miguel Hernández, fue una carga insoportable. Por escrito, Pablo Neruda llegó a describir así a su hija: “Un ser perfectamente ridículo, una especie de punto y coma (la cabeza desproporcionada con su pequeño cuerpo de bebé), una vampiresa de tres kilos” que le hacía la vida difícil y las noches largas. Dos años después, Neruda, que ya andaba en amores adúlteros con la argentina Delia del Carril, abandonó en Mónaco a Maruca, a la que llamaba con desprecio “la giganta” y a la niña Malva Marina. Era el 8 de diciembre de 1936 y Neruda huía de más cosas que la guerra en España. El poeta despacha este abandono en una carta a su amante con estas líneas: “Yo no quiero sino que vengas, me siento solo, esta mañana me he cortado las uñas por primera vez solo, y a pesar de las dificultades qué bien estar sin Maruca: me sentía vivir de nuevo”.

El poeta jamás volverá a ver a su hija. Jamás querrá hacerlo y jamás hablará de ella. Apenas se conservan unas pocas cartas en las que Maruca reclama a Neruda el pago de la pensión de 100 dólares que llega –cuando llega– con dificultad desde México.

Allí es donde se refugia el poeta de los rigores de una Europa prebélica mientras su todavía mujer y su hija se quedan en Holanda. “Es realmente imperdonable tu negligencia hacia nosotras, especialmente hacia tu bebé. Hoy 18 del mes no he recibido tu dinero. El 1 de este mes tuve que pagar los gastos de alojamiento de Malva Marina del mes de octubre y con mi salario sólo pude pagar una parte. Qué vergüenza realmente. Ellos son tan buenas personas... Nunca encontraré gente tan buena otra vez. Malva está muy apegada a ellos y ha progresado mucho mentalmente. Ahora ni siquiera puedo ir a verla porque no tengo un centavo. Mi último dinero será gastado en enviar esta carta”.

Exhumación del cadáver
Aquellas “tan buenas personas” que menciona la mujer del poeta son el matrimonio holandés Hendrik Julsing y Gerdina Sieks, residentes en Gouda, que se hacen cargo de la niña enferma por intermediación de la Iglesia y se quedan con ella hasta el final. La niñera contratada por la pareja recuerda a la hija de Neruda como “una niña siempre alegre y cariñosa, tan dulce a pesar de que no podía hablar...”.

La muerte le llega a Malva Marina pronto, el 2 de marzo de 1943, durante los difíciles años de la ocupación nazi de Holanda. Hagenaar, que trabaja en La Haya, pide ser repatriada a Chile, pero Neruda se opone a ello. Un año antes, Hagenaar se había enterado por carta de que el poeta se había divorciado de ella, un divorcio que jamás fue reconocido por la Justicia chilena y que impidió a Neruda casarse con Matilde Urrutia –su última mujer– hasta que Maruca murió, amargada y adicta al opio, en 1965.

Neruda sí supo que su hija había muerto. Un telegrama enviado desde Suiza le informó de que Malva Marina había fallecido “sin dolor”. El grafómano impenitente jamás mencionaría a la niñita de Madrid, ni asistió a su funeral ni pasó jamás por Gouda a visitar su tumba que todavía hoy, gracias a que el cementerio fue catalogado como de interés nacional, se conserva intacta.

Mañana, peritos del Servicio Médico Legal chileno abrirán por orden del titular del Juzgado número 34 de lo Penal, Mario Carroza, la tumba en Isla Negra de Pablo Neruda, seudónimo de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, el hijo de un obrero de los ferrocarriles y una maestra que murió tuberculosa cuando su hijo apenas tenía un mes.

En 2011, uno que fue ayudante de Neruda en el último año de su vida, Manuel Araya, aseguró que al poeta lo asesinaron en la clínica con una inyección. Descabellado o no, el mismo juez que ordenó hace unos meses exhumar los restos de Salvador Allende para determinar si su muerte fue un asesinato o un suicidio (los forenses han concluido que se disparó un tiro) ha decidido que hay razones para dudar de la causa oficial. En tres meses sabremos si fue el cáncer o si de verdad alguien tenía ganas o razones para matar a un padre abnegado, marido ejemplar, beato comunista y uno de los mejores poetas en lengua española de todos los tiempos. Un alma sensible.

La Gaceta.es

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  • : Esta Página, "Voz Desde el Destierro", pretende que sea una tribuna en la Red de redes, para aquellos que no tienen voz dentro de la isla de Cuba, para romper el muro de la censura, la triste y agobiante realidad del pueblo cubano. Editor y redactor: Juan Carlos Herrera Acosta. Ex-preso Político de la causa de los 75.
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